2 de octubre
Otto
Obispo, 1062 ‑ 1139
Su primer hazaña
fue la evangelización de los paganos de Pomerania, una fértil y próspera región
a la que nada le faltaba, excepto el aceite y el vino, para ser igual que la Tierra Prometida.
Los jactanciosos lugareños se burlaban de la Fe y acababan expulsando a todos los
misioneros que acudían a ellos con pobreza evangélica. En su lógica de hierro
consideraban absurdo que un gran Dios pudiese enviar como mensajeros
Suyos a simples mendigos.
El hábil y
astuto Otto viajó a la región montado a caballo con la magnificencia de un
príncipe, a la cabeza de una larga fila de carros repletos hasta el tope de
riquísimos utensilios eclesiásticos y valiosos regalos. Cuando hizo su entrada
en el castillo de Pyritz, donde los nobles paganos se
habían reunido para celebrar una fiesta en honor a uno de
sus dioses, todos quedaron deslumbrados por los relucientes ornamentos de oro
de Otto y del
pomposo atavío de su séquito. Éste sí era el enviado de un dios
verdaderamente poderoso, a quien ya el resto del mundo tributaba homenaje.
Muchos paganos
se hicieron bautizar de inmediato, mas otros objetaron que las tierras
cristianas eran asoladas por salteadores y ladrones, lo que en modo alguno
ocurría en Pomerania. También les cortaban a las personas nariz, orejas, manos
y pies, además de arrancarles los ojos después de pronunciadas las sentencias
judiciales, cosa que entre los paganos resultaba impensable.
Otto no podía
negar que nada de eso fuese cierto, pero explicó que se hacía por amor a Dios y
en defensa de la ley y el orden. Y, por si esto no hubiera sido suficiente,
consiguió que el Gran Duque de Pomerania redujera las cargas tributarias y los
gravámenes impositivos. Fue así como Pomerania se convirtió en un país
cristiano, imperó la pobreza y los nobles pudieron al fin cortar las manos, narices
y orejas de sus súbditos.
Se lo evoca
también el 30 de Junio, el 30 de septiembre y el 2 de julio, rogándose su
intercesión en casos de rabia y de altas temperaturas.
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