15 de octubre
Teresa de Jesús
Fundadora, 1515 ‑ 1582
Oriunda de
Ávila, mostró desde muy joven un temperamento tan apasionado como fantasioso
que la llevó, apenas hubo terminado la lectura de Vidas de Santos, a abandonar
el hogar para ser martirizada por los moros. Infortunadamente, los moros ya
habían sido expulsados de la península, de manera tal que unos años más tarde
pudo ingresar sin un rasguño al espacioso convento de las Carmelitas que se
alza en la ciudad de Ávila.
Todo transcurrió
según lo acostumbrado hasta que, en 1555, Teresa recibió la sorpresiva visita
de santa María Magdalena y de san Agustín, quienes le mostraron el desagradable
lugar que se le reservaba en el infierno.
Luego de la
tremenda experiencia, Teresa comenzó a escuchar voces, caía con frecuencia en
éxtasis, levitaba y hasta llegó a asegurar que un ángel enviado por Jesús había
clavado en su corazón una flecha de oro con la punta de fuego. Cuando su
confesor, san Pedro de Alcántara, comprobó que esas experiencias paranormales
eran de origen místico y no psicótico, Teresa se propuso salvar no sólo su
propia alma sino la del Mundo.
Arrebatada por
las ansias de santidad, se empecinó en reformar a las Carmelitas,
devolviéndoles la austeridad de los primeros tiempos, lo que le granjeó muchas
enemistades y provocó la escisión de la orden, que se dividió así entre descalzas
y normales, o calzadas. No obstante, encontró tiempo para escribir su
autobiografía, un clásico de la literatura mística, a la que llamó El
castillo interior, fundó sesenta conventos de la facción descalza e hizo
mucho bien a pobres y enfermos.
A su muerte fue
enterrada en un sencillo ataúd de madera
bajo tierra húmeda. Dos años más tarde se abrió la tumba, comprobándose que
tanto la madera como el hábito se habían podrido, no así las enaguas,
perfectamente conservadas. El cuerpo, por su parte, aparecía cubierto de moho y
barro verdoso, pero no mostraba el menor indicio de descomposición,
presentándose la carne suave, de radiante blancura, perfumada y sensible. Se
separó la mano izquierda, que fue llevada a Ávila y a continuación la volvieron
a sepultar. Cuando al cabo de un año fue nuevamente exhumada, se halló todo
igual que en la oportunidad anterior, aunque esta vez le quitaron un brazo.
Y así se
continuó, por años, exhumando su cadáver de tanto en
tanto y quitándole trozos,
llegándose al extremo de seccionarle una costilla, el pie derecho y diversos
fragmentos de carne, todos ellos para servir como reliquias apropiadas para la
veneración popular. Cierta vez una lega excavó la tumba, abrió el pecho de la
santa con un cuchillo y le extrajo el corazón, pero fue descubierta (y
seriamente amonestada) ya que las gotas de sangre fresca y el aroma celestial
del órgano invadieron el convento delatando así a la culpable. Grande fue la
sorpresa de las jerarquías al comprobar que el corazón de la santa mostraba la
herida causada por una perforación que lo dividía horizontalmente y lo partía
casi en dos mitades; alrededor de la herida podían verse las quemaduras del
misterioso fuego que había ardido en la punta de la flecha seráfica.
En 1750 el
cuerpo de Teresa fue enterrado en la iglesia de Alba y, por última vez, diez años
más tarde, volvió a ser exhibido al público junto a las rejas del coro durante
toda una noche. Su cadáver, horriblemente mutilado, sirvió de inspiración a los
creyentes y espanto de los herejes, quienes al ver el tratamiento que los
cristianos daban a sus santos temblaron de sólo imaginar lo que serían capaces
de hacer con enemigos.
Durante muchos
años su mano incorrupta descansó en la alcoba del Generalísimo Francisco
Franco, siendo su constante inspiración y la de su señora esposa.
Patrona de Alba
de Tormes, de Ávila, de España, protectora de los pasamaneros y de la orden de
las Carmelitas, es invocada en casos de intensa jaqueca.
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