miércoles, 16 de octubre de 2013

16 de octubre

Galo



Misionero, m. hacia 645

Misionero irlandés que siguiendo a su maestro Columbano, pasó con otros monjes a las Galias y de ahí a toda Europa, a la que sembraron de monasterios.
Al intentar convertir a los helvecios, llevado por su celo Galo arrojó los ídolos paganos al lago de Zürich, lo que aumentó la ira y la testarudez de los lugareños. A raíz de esto, los monjes no tuvieron nada que comer, hasta que de súbito se abrió el cielo y durante tres días seguidos llovieron codornices asadas. Pero ni aun así los monjes pudieron vencer la obstinación de los irreductibles helvecios, quienes atribuyeron la peculiar granizada a sus ídolos de barro y no al Dios Verdadero.
Sin embargo, una noche, mientras se encontraba pescando, Galo escuchó como un trueno que sonaba en la lejanía. Era el espíritu de la montaña diciendo: “Ayúdame, ayúdame contra estos extraños que me han arrojado de mi propio templo”. A lo que el espíritu del lago respondió: “Uno de ellos pesca siempre aquí, sin que me haya sido posible rasgar sus redes. No podemos con él”.
Galo regresó presuroso y relató el prodigio a sus compañeros, quienes no sólo le creyeron sino que esa noche, cuando reunidos para la oración empezaron a salmodiar, oyeron en las montañas los
espantosos lamentos y gritos de los espíritus paganos, que se alejaban gradualmente hasta desaparecer.
Los milagros de Galo no acabaron ahí: cuando, decidido a instalar su ermita en una región boscosa cercana a la fuente de Steinach, preparaba el terreno para cultivarlo, un oso surgió de la espesura gimiendo de dolor. Lejos de huir, Galo se acercó a la fiera y le sacó la espina que se había clavado en su garra. La bestia se lo agradeció llevando leña a los hermanos.
En cuanto a animales más desagradables, como las serpientes, Galo se limitaba a hacerlos desaparecer mediante la señal de la cruz. Lamentablemente no pudo hacer lo propio con los bárbaros alamanes, que los atacaron numerosas veces, asesinando a dos monjes a raíz de lo cual Columbano decidió interrumpir la misión y marchó a Italia.
Así y todo, Galo permaneció en el lugar junto a los monjes Magno y Teodoro, dando origen al monasterio de Saint Gallen, cuya biblioteca fue mundialmente célebre hasta nuestros días.
Patrono de la diócesis de Saint Gallen, protege a las ocas y las gallinas. Curiosamente, no a los osos, por lo que se encuentran al borde la extinción.

 

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