6 de octubre
Bruno
Fundador, hacia 1030 - 1101
Todo empezó en el funeral de un importante
dignatario eclesiástico al que asistió el joven y brillante teólogo Bruno, canciller
del arzobispo de Reims y descendiente de la noble familia Hardefust. Las cosas discurrían dentro de lo habitual y previsible hasta que al difunto se le dio por incorporarse
en el féretro abierto y exclamar: “¡Me llaman ante el
tribunal!”.
Naturalmente, todos huyeron despavoridos de la Iglesia.
Una vez reiniciada la ceremonia, el muerto volvió
a incorporarse. “Soy juzgado con justicia”, declaró. Y de nuevo el pueblo,
espantado, huyó detrás de los espantados religiosos.
Insistente, el arzobispo consiguió convencer a
unos y otros de regresar al recinto, donde el muerto volvió a incorporarse una
vez más para anunciar: “He sido condenado”.
La muchedumbre detuvo su carrera una vez salida del
tempo. Bruno y seis de sus colegas, lo hicieron 600 kilómetros después, en el
yermo montañoso de Grande Chartreuse, en las inmediaciones de Grenoble, donde abrazaron
la vida monástica.
Un asombrado abad de Cluny describió la vida de
Bruno y sus
amigos de la siguiente manera: “Son los más pobres entre los
monjes y su apariencia asusta a todo el mundo. Llevan un tosco hábito de
penitencia, ayunan casi sin interrupción y comen sólo pan de moyuelo”.
De la carne, no querían ni hablar, tampoco comían
pescado, pero no por principios sino porque no podían comprarlo. Jueves y domingos hervían
huevos y queso. Los martes y sábados, hierbas. El resto de la semana lo pasaban
a pan y agua, y únicamente una vez al día, en el más estricto silencio, comunicándose
mediante señas y enfrascados en el copiado de libros.
Durante casi un
milenio los libros fueron difundidos a través de las copias manuscritas realizadas
por los monjes, en su mayor parte, iletrados. Al no saber leer ni escribir se
limitaban a imitar signos incomprensibles, lo cual resultaba fundamental al momento de
copiar textos prohibidos que hablasen de sexo, medicina interna y otras herejías.
Su ejemplo cundió y en 1101, a la muerte de
Bruno, el número de
monjes silenciosos abocados al copiado de libros era ya muy
numeroso. Y el abrirse su tumba 400 años después, su cuerpo se encontraba todavía
intacto.
No obstante sus innumerables milagros, tantos
que se prescindió de su canonización formal, no pudo evitar que en 1459 el
orfebre alemán Johannes Gutenberg ideara la imprenta de tipos móviles.
Patrono de Colonia
y los Estados Pontificios, es invocado contra la peste.
Comparte su día con María Francisca Gallo, a
quien la intransigencia paterna le brindó el amor a la Pasión de Cristo y las
brutalidades de sus hermanas hicieron de su santidad una creación colectiva.
Pasó a la inmortalidad el 6 de octubre de 1791, en Nápoles.
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