lunes, 30 de septiembre de 2013

1 de octubre

Remigio

Obispo, hacia 440 ‑ 535

Además de elocuencia y sabiduría, Remigio mostró desde lactante sus dotes para el milagro al curar a un ciego ungiéndolo con un chorro de leche materna. No obstante, su mayor hazaña fue convertir a los francos a la verdadera fe.
Ocurrió de la siguiente manera: la reina Clotilda era una católica devota y piadosa, pero no así su esposo Clodovico. En cierta oportunidad en que su reino se encontraba amenazado por los temibles alamanes, por oportunismo y consejo de Remigio, el rey se encomendó al Redentor, prometiendo convertirse al cristianismo si ganaba la batalla.
Contra lo esperado, Clodovico venció a los alamanes y fue bautizado junto a tres mil de sus seguidores el día de Navidad del 496. Durante la emotiva ceremonia un grupo de ángeles descendió para reemplazar las ranas, que hasta entonces adornaban la bandera de los francos, por la flor de lis, de ahí en más, emblema de la
nación francesa.
El rey premió a Remigio ofreciéndole las tierras que el santo pudiera recorrer mientras él dormía la siesta, que, casualmente, resultó ser muy larga. Fue así que Remigio quedó propietario de un gran solar en el que, entre otras cosas, había un molino. El molinero quiso impedir el paso del obispo, quien intentó apaciguarlo y preguntó: “¿Por qué no podemos tener el molino juntos?”
El molinero, que no consideraba razonable ceder la mitad de su molino a cambio de nada, se rehusó, pero al ver que las paletas comenzaban súbitamente a enloquecer, girando en dirección falsa, se arrepintió de su avaricia. Ya era tarde; el inflexible Remigio, a quien el molino le importaba bien poco, dijo escuetamente: “No será para ti ni para mí”. Y acto seguido la tierra se abrió en dos, tragándose al molino.
En otra ocasión nuestro santo predijo una gran hambruna y dispuso un granero en el pueblo. Campesinos borrachos, sin embargo, se burlaban de él e incendiaron el granero. Remigio acudió al lugar y mientras se calentaba las manos al fuego (hacía mucho frío) dijo distraídamente: “A partir de hoy, como castigo, todos los hombres de este pueblo y sus descendientes varones padecerán de hernia. Las mujeres y sus hijas y las hijas de sus hijas tendrán un bocio”. Y así sucedió.
San Remigio es venerado prácticamente en toda Francia, excepto en Reims.
Considerado el apóstol de los francos, es invocado contra las tentaciones del demonio, la indiferencia religiosa y la pusilanimidad. Se lo recomienda en casos de epidemia, fiebre o dolor de garganta.

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