miércoles, 11 de septiembre de 2013

11 de septiembre

Buenaventura de Barcelona



Franciscano, 1620 - 1648

Miguel Bautista Gran vino al mundo en un hogar de pobres labradores en Ruidoms, pobre pueblecito de Cataluña. Contrajo matrimonio con una doncella pobre y virtuosa; pero el día de la boda, después de la ceremonia religiosa, Miguel se quedó en la iglesia por espacio de largas horas. Cuando fueron a buscarlo, lo encontraron totalmente absorto ante el altar.
Los esposos decidieron vivir como hermanos y sin cometer incesto. La joven murió dieciséis meses después, declarando formalmente a su madre que el Señor (y Miguel) le habían otorgado la insigne merced de guardar intacta su virginidad.
Viudo ¿qué tenía que hacer? Por nueva mujer escogió a la novia de Francisco de Asís: la pobreza. Contrajo enlace echándose a los pies del provincial de la orden en el convento franciscano de San Miguel de Escomalbou, donde adoptó el nombre de Buenaventura.
Los superiores lo eligieron para que, en compañía de otros religiosos, fuese a fundar en Mora un convento de la Reforma franciscana. En esta nueva residencia lo que más le afligía era ver que el libertinaje se cebaba en poblaciones fieles hasta entonces a su fe y de sanas costumbres. Les llegaba el contagio de los ejércitos franceses que ocuparon Cataluña en el último período de la guerra de los Treinta Años.
Como si ser francés fuera poco esos soldados eran encima
calvinistas. Porfiado y bruto, Buenaventura se presentaba sin temor en medio de los concursos y saraos del mundo, y con sus palabras traía al sendero del bien a los extraviados y llegó a hacer que muchos adjuraran de la herejía.
El diablo no se iba a quedar tan tranquilo viendo como un simple monje le arrebatara las almas que creía poseer para siempre. Para vengarse, empezó a aparecérsele de noche en figuras espantosas, amenazándolo, persiguiéndolo y dándole recios golpes, pero con hacer señal de la santa cruz e invocar los sagrados nombres de Jesús y María, Buenaventura lo conjuraba.
Dotado del don de propiciar milagros, fue autor de un acto espectacular: mientras por mandato de su superior explicaba la doctrina a un grupo de niños, su vista fue atraída por un cuadro de la Inmaculada colocado en el altar mayor. Verlo y lanzarse disparado como una flecha por el aire hasta besar con sus labios el rostro de la Virgen, fue todo uno. Los niños huyeron aterrorizados y ya no quisieron volver al convento, mas no se hicieron calvinistas porque estaban en España, donde a los herejes se los quemaba. Y santo remedio

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