lunes, 23 de septiembre de 2013

23 de septiembre

Tecla 

Virgen y mártir, siglo I 
Tecla es la pionera de una moda que haría furor en el Imperio Romano durante los tres primeros siglos de nuestra era: así como en la actualidad las muchachas padecen de bulimia y anorexia debido a un tabú generalizado contra el exceso de peso, en aquellos viejos y más espirituales tiempos las doncellas sentían una enfermiza aversión al sexo, cuidaban de su virginidad con el celo con que hoy vigilan su silueta y se volvían a menudo víctimas de una sociedad que había hecho de la concupiscencia, el desenfreno y la glotonería su norma y razón de ser. Hablamos, claro está, de las vírgenes mártires.
Hija de prestigiosos paganos de Iconium, en el Asia Menor, Tecla era una muchacha de belleza poco común, excelentes dotes intelectuales y un temperamento apasionado que la haría presa fácil
del discurso de san Pablo, un hábil predicador aquejado de severas perturbaciones sexuales.
El apóstol pasó por Iconium hacia el año 45, convenció a Tecla de las ventajas y dignidad de la virginidad y acabó por bautizarla. Virgen y cristiana, a Tecla le faltaba apenas un paso para ingresar al santoral y lo dio rechazando al rico pretendiente con quien sus padres planeaban desposarla: jamás permitiría que un hombre tocara su cuerpo.
El novio se sintió ofendido y la denunció a las autoridades, quienes, tras determinar que no era lesbiana sino cristiana, la condenaron a servir de alimento de las fieras del circo. Roja de vergüenza, Tecla elevó los ojos al cielo cuando le arrancaron los vestidos y fue entregada desnuda a los
animales salvajes, pero, por extraño que parezca, leopardos, tigres y leones se sentaron a sus pies como corderos.
Los jueces, enfurecidos, la enviaron a la hoguera: salió tan ilesa de las llamas como del foso de serpientes al que la arrojaron a continuación.
Cuando después de estas pruebas milagrosamente superadas se vio al fin libre, halló de nuevo al apóstol Pablo y lo acompañó en sus viajes hasta que murió muchos años después al derrumbarse la cueva en la que hacía sus oraciones.
Patrona de los moribundos y las dactilógrafas, es invocada por quienes padecen trastornos oftalmológicos.

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