lunes, 9 de septiembre de 2013

9 de septiembre

Pedro Claver 

Apóstol de los negros, 1580 – 1654 
Nacido en el seno de la nobleza española, Pedro cayó pronto bajo la perniciosa influencia de Alfonso, humilde portero del seminario jesuita en el que nuestro santo cursaba sus estudios, quien lo persuadió de que marchara a América para socorrer a los esclavos.
Luego de la santa cruzada de fray Bartolomé de las Casas en favor de los indios, y bajo su inspiración, los hacendados españoles obtuvieron su mano de obra barata del continente africano: hombres, mujeres y niños eran cazados como moscas, encadenados como fieras salvajes, vendidos como ganado y maltratados como agitadores sociales. 
El joven Pedro desembarcó en Cartagena de Indias, donde cada año 10 mil africanos eran arrojados en condiciones inhumanas. Muchos de ellos padecían escorbuto, una dolencia que en su fase final convierte todo el cuerpo en una única fístula pasto de los gusanos y objetivo de las moscas. Pedro se dedicaba muy especialmente a los casos más repugnantes y, aunque la primera vez casi se desmayó de asco, curó sus remilgos azotándose a sí mismo hasta sangrar para luego arrodillarse ante el enfermo y besar las espantosas llagas.
Su método evangelizador, tan jesuítico como discutible, consistía en colgar de una pared una gran imagen de colores muy vivos que representaba a Jesús crucificado. De las cinco llagas fluían cinco chorros de sangre que un sacerdote recogía en una gran pila para bautizar a un negro arrodillado a su lado. En el primer plano de la imagen podía verse a los ya bautizados, de hermosa figura y rostros dichosos, mientras que al fondo estaban aquellos que habían rehusado el bautismo y presentaban una expresión sombría al tiempo que eran rodeados de espíritus malignos.Ya sea por la fuerza persuasiva de la imagen o por la piedad con que Pedro asistía a los desdichados, éstos se convertían en masa. Se dice que llegó a bautizar a más de 300 mil, sin dejar nunca de censurar a los negreros y esclavistas, lo que le valió más de un enemigo poderoso.
Calumniado, acusado injustamente de intentar batir su propio record bautizando dos veces a algunas almas, le fue retirada su autorización para predicar y evangelizar, mas su influencia se mantuvo intacta.
Durante la peste de 1650 se encontraba siempre en los puntos más peligrosos hasta que finalmente enfermó. Si bien conservó la vida, quedó paralítico y durante sus últimos años fue olvidado y hasta abandonado por su propio enfermero, Manuel, quien devoraba toda su comida echando las sobras en la boca del santo.
Cuando murió, tuvo dos funerales: el de las autoridades y el que le
brindaron los acongojados indios y esclavos. Si bien se había valido de engaños para inducirlos a la Fe, su bondad y caridad le granjearon el agradecimiento eterno de las víctimas de aquel precoz intento de economía de mercado.
Patrono de las misiones jesuíticas, es protector de los esclavos.
Se lo representa rodeado de negros o, en estampas más políticamente correctas, de afroamericanos.

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