domingo, 3 de noviembre de 2013

3 de noviembre

Martín de Porres 

Lego de la orden de los Predicadores, 1579 ‑ 1639 
Si bien hijo de un caballero español, Martín llevaba todas las de perder: era ilegítimo, nacido en el Tercer Mundo, y había heredado el color de la piel y los rasgos fisonómicos de su madre, una negra liberta de origen panameño.
Este defectuoso retoño de la noble estirpe de los Porres decepcionó a la familia paterna, que, debido a su total ignorancia respecto a las leyes de la genética, había esperado que el niño luciera un poco más presentable. Fue así que tocó a Martín el destino de los desclasados. Aprendió a rasurar, poner sanguijuelas, hacer sangrías, vendar heridas y extraer muelas. En síntesis, el mulato prometía ser un buen curandero y, de no mediar la voluntad de Dios, habríase convertido en un personaje más de la picaresca americana.
Pero Martín sentía en el alma unas ansias infinitas de santidad. Pasaba las noches en oración y los días en caridad con los abandonados y desconocidos, y finalmente se decidió a pedir el hábito de los dominicos.
La pretensión del mulato resultó en extremo chocante para las jerarquías de la orden, que en un principio se rehusaron. Fue entonces que su padre hizo valer su influencia y Martín fue al cabo aceptado como lego.
Los días de nuestro santo pasaban silenciosamente, y sin hacer nada grande todo lo hacía a lo grande: éxtasis y milagros envolvían su vida y es bien sabido que resplandecía al orar, podía estar en dos sitios al mismo tiempo, volaba y se comunicaba telepáticamente con los animales. Amigo de todas las bestias vivientes, Martín recolectó dinero para una clínica veterinaria, un hospital y un asilo de niños expósitos.
A pesar de su creciente renombre, permaneció siempre humilde, como correspondía a un negro, y cierta vez llegó a sugerir que la orden lo vendiera como esclavo a fin de recaudar fondos para las buenas obras.
Luego de su muerte, su tumba se convirtió en destino obligado de peregrinación y fuente constante de milagros pero, a diferencia de su amiga Rosa de Lima, consagrada santa muy poco después de morir, Martín tuvo que aguardar para ello hasta 1963, cuando ya la Iglesia se había llenado de obispos negros que metían aquí y allá sus narices en busca de posibles resabios de racismo.
Patrono de la televisión peruana, es protector de los peluqueros, los trabajadores de la salud y las personas de razas oscuras.

1 comentario:

  1. INCREÍBLE SER HUMANO, LLENO DE HUMILDAD Y DEVOCIÓN, UN VERDADERO SANTO Y UN EJEMPLO A SEGUIR...

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