15 de noviembre
Alberto Magno
Doctor de la Iglesia y obispo, 1193 ‑ 1280
Santo patrono de
los científicos, el apodo de Alberto, “El Grande”, podía sonar irónico a los
herejes, apostatas y paganos, pero cabe presumir que sus contemporáneos se lo
dieron por sus innegables dotes de pensador y científico y no por su estatura.
Nacido de
familia noble, en Lauingen, Suabia, en 1193, ingresó a la orden de los dominicos
recién treinta años más tarde. Era prácticamente un enano, lo que es fácil de
deducir del modo en que fue presentado al papa, quien no habiéndolo visto nunca
antes dijo con afabilidad: “Levántate”.
“Señor papa, ya
estoy de pie”, respondió Alberto.
Enano y todo, no
fue discriminado por sus piadosos hermanos ni por sus discípulos, entre quienes
se contaba nada menos que Tomás
de Aquino. Fue precisamente Alberto quien
introdujo a Tomás en el conocimiento de Aristóteles y en la inusitada versación
sobre la naturaleza femenina de que haría gala el Santo de Aquino.
Por su
inconmensurable saber en todos los campos de la teología, la filosofía y las
ciencias naturales, Alberto recibió el título de Doctor Universalis,
siendo un detalle menor que todas sus teorías estuvieran equivocadas.
Especial
admiración, aunque también recelo y temor, despertaban sus estudios de las
ciencias ocultas. Se creía que podía cambiar el curso de las estaciones y
ordenar al demonio que construyese puentes o lo trasportara a él por los aires.
Pero en su lecho de agonía, el propio Alberto rehusó haber sido nigromante y
pidió que al tercer día después de su muerte, abrieran su tumba. Así sucedió, y
no lo hallaron tendido como a cualquier cadáver que se precie, sino orando en
su sarcógafo. Podría decirse que si Alberto no sucumbió a la Inquisición fue porque
pertenecía a la orden de los dominicos, que eran, precisamente, quienes la
lideraban.
Su misoginia fue
exacerbada, pero científica: llamaba “hombres incompletos” a las mujeres y
sostenía que eran menos morales por tener mayor proporción de agua en el
cuerpo. Para Alberto, el trasiego sexual era antinatural (en tanto el hombre
copulaba con una bestia) y provocaba debilidad, hedor, calvicie y achicamiento
del cerebro. Pero no hablaba por hablar: era de público conocimiento que durante
años se vistió de mujer a fin de poder investigar la constitución y las
enfermedades del cuerpo femenino.
Dos años antes
de morir, perdió la memoria y sus conocimientos se borraron como se borra lo
escrito con tiza mediante un borrador; entonces declaró que no podría hacerse
responsable de lo que expresase de ahí en adelante. Algunos maledicentes
opinaron entonces que de tanto travestirse Alberto se había convertido en una
auténtica mujer. No obstante no ser eso verdad, no fue canonizado ni hecho Doctor
de la Iglesia sino hasta 1931, casi setecientos años después de su muerte,
cuando ya nadie se acordaba de él ni de sus peculiares costumbres.
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