miércoles, 13 de noviembre de 2013

13 de noviembre

Mauro



Abad, 510 – 584
En momentos en que un joven monje del monasterio de Nursia había caído al agua, Benito envió a Mauro a rescatarlo. Mauro lo hizo sin vacilar y corrió por sobre el río como si se tratara de tierra fresca.
Si bien Benito se lo atribuyó con estas palabras cargadas de falsa modestia, “No es mérito mío sino el premio por tu obediencia”, el prodigio fue tenido como el primer milagro propiciado por Mauro.
Cuando tiempo después pidieron a Benito que dispusiera algunos monjes para fundar monasterios en los peligros de la Galia, inmediatamente pensó en Mauro, quien partió al frente de cuatro compañeros, sanando en el camino a varios enfermos con una astilla de la santa cruz que Benito había tenido a bien entregarle
en un relicario.
Durante cuarenta años estuvo Mauro al frente del monasterio de Glanfeuil, que más tarde recibió su nombre, Saint Maur-sur-Loire, cuarenta años que fueron un único suplicio al tratar en vano de que la corrompida nobleza franca cambiara su compulsión por el
fratricidio, el incesto, el perjurio, el erotismo, la concupiscencia, la poligamia y la superstición. Mas todo fue en vano y los nobles no sólo le pedían consejo y mediación en casos de conflicto, sino que eran muchos quienes le confiaban sus hijos para que los educara en el fratricidio, el incesto, el perjurio, el erotismo, la concupiscencia, la poligamia y la superstición.
Cansado del mundo, dos años antes de morir se retiró a una celda solitaria, donde una visión le reveló que una inminente desgracia se cernía sobre el monasterio.
Dicho y hecho: el plazo de cinco meses murieron ciento dieciséis monjes. Sólo veinticuatro los sobrevivieron; Mauro no fue uno de ellos.
Patrono de los carboneros, faroleros, veleros y sastres belgas, es invocado contra la gota, la afonía, el dolor de cabeza, la parálisis, el reumatismo y la escrofulosis.

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