1 de noviembre
Todos los santos
La celebración
de hoy nos recuerda a todos aquellos que nos han precedido en su marcha a la Casa de Padre, y que ya se encuentran
cara a cara con Él. Iniciada en el 610 por el papa Bonifacio, fue en 840 cuando
comenzó a celebrarse el 1 de noviembre.
Como muchas
fiestas importantes, comienza el día anterior por la
noche, en la misa
vespertina de vigilia, es decir el 31 de octubre. En inglés sería All Hallow’s Eve, “La víspera de Todos
los Santos”. Con el tiempo su pronunciación fue cambiado hasta ser la conocemos
como Halloween, que poco tiene que ver con la importancia del día que hoy
celebra la Iglesia
Universal, aunque su origen sea el mismo: es una fiesta, pero
es también una oportunidad para aquellos que, no sabiendo a quién encomendarse,
juzgan prudente elegirlos a todos.
Cuando
celebramos a esa innumerable multitud de hombres y mujeres de toda clase y
condición que nos han precedido, han llegado ya al Cielo y disfrutan para
siempre de la compañía de Dios, recordamos la santidad a que todos estamos
llamados.
También se
recuerda en este día, aunque en forma particular, a Austremonio, primer obispo
de Clermont que llevó el Evangelio a la Auvernia, donde es más conocida su leyenda que su
verdadera historia, al ermitaño Pedro del Barco, que conoció el día de su
muerte cuando el agua de la fuente de que bebía convirtióse en vino Malbec, y
de Maturino, reputado psiquiatra del siglo III, que dotado de una gracia
especial para arrojar a los malos espíritus, tuvo entre sus clientes nada menos
que a la hija del emperador Maximiliano. Patrono de los bufones, los marineros
de Bretaña y los estañadores, desde la Edad
Media protege a los dementes, en ese entonces conocidos como “maturinos”.
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