26 de noviembre
Genoveva
Virgen, hacia 422 – 512
Todo comenzó cuando
en una ocasión en que reposaba en Nanterre, el obispo Germán reparó en
Genoveva, una niña de siete años cuya futura santidad le fue revelada mediante
iluminación divina. Se dirigió entonces a la pequeña y le preguntó “Hija mía
¿deseas convertirte en inmaculada esposa de Cristo”, una proposición
ciertamente inadecuada para una niña. Pero nos hallamos en los albores de la Edad Media y Genoveva,
sorprendida por la pregunta del obispo, respondió alegremente que ser santa era
su más ardiente deseo y que en realidad no pensaba en otra cosa. Germán le dio
una pequeña cruz de cobre, advirtiéndole que nunca llevara otra joya, ni oro,
ni plata ni piedras preciosas, ni perlas; entonces se cumpliría su deseo.
Desde aquel día
la niña no deseaba más que asistir a misa y recibir los sacramentos,
impacientando a su madre, quien demasiado ocupada en los oficios terrestres, un
día le dio un cachete. Lo pagó muy caro, pues le sobrevino una ceguera que duró
veinte meses y que sólo desapareció después de lavarse los ojos con un agua que
Genoveva había bendecido mediante la señal de la cruz.
Tras la muerte
de sus padres Genoveva llevó una vida sumamente retirada y de completa
santidad, pero su virtud, si bien admirada por todos los piadosos, le granjeaba
envidias. Fue calumniada como hechicera, estafadora, hipócrita y obscena,
diciéndose que en secreto se entregaba a las más bajas perversiones.
Dos grandes
milagros salvaron su honra. El primero tuvo lugar cuando Atila, el rey de los
hunos, cayó sobre la Galia
en el año 451, asesinando, incendiando y arrasando cuanto hallaba a su paso, y
marchaba hacia París, cuyos habitantes quisieron huir. Pero Genoveva profetizó
que la ciudad quedaría a salvo pues los hunos se dirigirían precisamente a la
región a la que los parisinos querían escapar. Y así ocurrió.
Algún tiempo
después, el franco Childerico puso sitio a la ciudad. El hambre exterminaba a
los habitantes hasta que Genoveva partió en busca de alimentos, regresando con
dos barcos cargados hasta los topes, evadiendo el bloqueo de los bárbaros. Y
cuando éstos
finalmente entraron a la ciudad, fue Genoveva quien convenció a
Childerico de que tratara a los vencidos con benevolencia, lo que también
ocurrió.
A su muerte, fue
sepultada en la iglesia que más adelante recibiría su nombre y desde la cual
obraría incontables milagros.
Durante la
Revolución Francesa, el féretro de plata en el que descansaba fue fundido y sus
reliquias quemadas en un gran acto público. Los jacobinos también lo pagaron
muy caro, ya que pronto Dios les envió a Napoleón y, por si esto no hubiera
sido suficiente, más tarde restauró a los Borbones.
Patrona de París
y de Francia, es protectora de las mujeres, los pastores, los sombrereros, los
veleros y los viticultores, y puede ser invocada contra las dolencias oculares,
la lepra, la viruela, la sequía y la peste.
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