1 de octubre
Remigio
Obispo, hacia 440 ‑ 535
Ocurrió de la
siguiente manera: la reina Clotilda era una católica devota y piadosa, pero no
así su esposo Clodovico. En cierta oportunidad en que su reino se encontraba
amenazado por los temibles alamanes, por oportunismo y consejo de Remigio, el
rey se encomendó al Redentor, prometiendo convertirse al cristianismo si ganaba
la batalla.
Contra lo
esperado, Clodovico venció a los alamanes y fue bautizado junto a tres mil de
sus seguidores el día de Navidad del 496. Durante la emotiva ceremonia un grupo
de ángeles descendió para reemplazar las ranas, que hasta entonces adornaban la
bandera de los francos, por la flor de lis, de ahí en más, emblema de la
nación
francesa.
El rey premió a
Remigio ofreciéndole las tierras que el santo pudiera recorrer mientras él
dormía la siesta, que, casualmente, resultó ser muy larga. Fue así que Remigio
quedó propietario de un gran solar en el que, entre otras cosas, había un
molino. El molinero quiso impedir el paso del obispo, quien intentó apaciguarlo
y preguntó: “¿Por qué no podemos tener el molino juntos?”
El molinero, que
no consideraba razonable ceder la mitad de su molino a cambio de nada, se
rehusó, pero al ver que las paletas comenzaban súbitamente a enloquecer,
girando en dirección falsa, se arrepintió de su avaricia. Ya era tarde; el
inflexible Remigio, a quien el molino le importaba bien poco, dijo escuetamente:
“No será para ti ni para mí”. Y acto seguido la tierra se abrió en dos,
tragándose al molino.
En otra ocasión
nuestro santo predijo una gran hambruna y dispuso un granero en el pueblo.
Campesinos borrachos, sin embargo, se burlaban de él e incendiaron el granero.
Remigio acudió al lugar y mientras se calentaba las manos al fuego (hacía mucho
frío) dijo distraídamente: “A partir de hoy, como castigo, todos los hombres
de este pueblo y sus descendientes varones padecerán de hernia. Las mujeres y
sus hijas y las hijas de sus hijas tendrán un bocio”. Y así sucedió.
San Remigio es
venerado prácticamente en toda Francia, excepto en Reims.
Considerado el
apóstol de los francos, es invocado contra las tentaciones del demonio, la
indiferencia religiosa y la pusilanimidad. Se lo recomienda en casos de epidemia,
fiebre o dolor de garganta.