30 de agosto
Rosa de Lima
Virgen, 1586 ‑ 1617
Isabel de Santa
María de Flores y Oliva nació en Lima, Perú, apenas cincuenta años después de
la conquista española.
Ya desde pequeña
comenzó a mostrar algunas aristas de su extravagancia de carácter al responder,
de buenas a primeras, únicamente al nombre de Rosa. Su madre, que había visto
sobre el rostro dormido de la niña una rosa de la más exquisita fragancia, le
siguió la corriente, pero pronto se lamentaría de ello.
Con los años
Rosa se transformó en una joven muy atractiva, lo que procuraba disimular
frotándose las mejillas con ají picante e irritando sus labios con jugo de
lima. Gracias a este ardid consiguió pasar desapercibida a los ojos de los
jóvenes casaderos y a los dieciocho años ingresó en la tercera orden de santo Domingo.
Esta orden no
impone a sus miembros la vida monacal, por lo que Rosa debió seguir padeciendo
la cantinela materna, que se volvía día a día más cargante. Inmune a todo y
habiendo tomado como modelo a la excéntrica Catalina de Siena, la joven peruana
martirizaba su cuerpo con un ceñido cinturón de castidad y adornaba su cabeza
con una diadema cuyo interior estaba forrado con clavos, para mejor imitar la
corona de Cristo.
Sus frecuentes
estados de éxtasis, durante los que veía al Redentor y escuchaba la voz de la Virgen, la hicieron blanco
de burlas. Comprendiendo que avergonzaba a su madre, Rosa construyó una celda
de madera en los fondos de la casa y durante los siguientes quince años vivió
dedicada a la oración, las labores manuales y el cuidado de los enfermos,
mientras imploraba le fuera permitido participar en el sufrimiento de Cristo
más intensamente que punzándose la cabeza con clavos.
Sus deseos se
vieron cumplidos cuando una gangrena interior comenzó a consumirla. En sus
últimos días padeció una parálisis del lado izquierdo, y todos sus miembros,
hasta la lengua, adquirieron una rigidez asombrosa. A ello se sumaron una
pleuritis con supuración, cólicos nefríticos, espasmos de gota, ataques de
apoplejía y una sed insaciable. Pero cuanto más se acercaba el fin, mayor era
su alegría, hasta que dio el último suspiro con el Jesús en los labios. Su
cuerpo sin vida irradió entonces una incomparable belleza.
Rosa había sido
tomada en solfa por los limeños hasta el día en que, saliendo del éxtasis,
anunció que mediante la oración acababa de salvar a Lima de un terremoto. En
efecto, no se había producido ningún temblor de tierra, comprobándose entonces
que nuestra santa había propiciado su primer milagro en vida.
Patrona de
América, del Perú, las Filipinas y la provincia argentina de La Pampa, es protectora de los
floristas y los jardineros.
A falta de sitio
más firme al que agarrarse, se la invoca durante los terremotos.
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