miércoles, 21 de agosto de 2013

21 de agosto

Hombelina 

Monja, 1092-1141

Hermana menor de san Bernardo de Claraval, fue criada entre seis hermanos varones, de quienes no se diferenciaba en nada, o casi. Con ellos competía en los torneos. Con ellos corría tras la presa hasta lograrla. Con ellos montaba los mejores corceles y con ellos recorría las extensas tierras de sus padres. Pero, a diferencia de ellos, que uno a uno habían ido ingresando en la orden de Císter, Hombelina se casó con un hombre.

Así, mientras sus hermanos servían a Dios, ella llevó una vida de mundanidad y aparente alegría, secretamente horadada por la  insatisfacción. Es que ella quería hacer siempre lo que hacían sus hermanos. Y no pudiendo hacerse monje cisterciense se hizo monja benedictina en el convento de Jully-les-Nonnais, cerca de Troyes.

–Preveo que serás santa –le dijo un día Bernardo.

–¿Cuáles son las señales de esta santidad? –preguntó Hombelina.

–La primera de todas es que has conservado intacto el buen humor. Sigues siendo capaz de reírte de ti misma. Buena señal.

Y ella siguió riéndose de sí misma hasta que el Señor, que ríe último, la llevó a su lado.

Comparte su día con Apolinar, Balduino, Juana Francisca de Chantal, que amaba a todos, aunque muy especialmente a san Francisco de Salles, y Victoria Rasoamanarivo, princesa de Madagascar entregada como esposa a un militar sumamente violento. El matrimonio constituyó para ella un martirio cotidiano, al que consiguió sobrevivir, milagro que le valió ser beatificada por el papa Juan Pablo II en 1989.




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