domingo, 18 de agosto de 2013

18 de agosto

Agapito



Niño, m. hacia 275
“No y mil veces no, pues vuestros dioses son imágenes del demonio”, exclamó Agapito cuando el prefecto Antíaco le ordenó ofrecer incienso a los dioses.
En atención a su corta edad, Antíaco se limitó a ponerle algunos carbones encendidos sobre la cabeza, ante lo que, sin pronunciar una queja, Agapito dijo: “Una cabeza predestinada a llevar una corona en el cielo no debe temer llevar en la tierra aquello que quema y duele”
A continuación fue azotado hasta que todo su cuerpo era una sola herida y, una vez colgado de los pies sobre una hoguera, no tuvo mejor ocurrencia que decirle a Antíaco: “Todos pensarán que tu inteligencia se está desvaneciendo en humo”.
Nuevamente azotado, le echaron agua hirviendo en sus heridas. “¿Qué hacéis? –objetó el niño–. Os dijeron agua hirviendo, y ésta es muy agradable”.
 Hartos, los verdugos le destrozaron la mandíbula, con lo que, al ser echado a las fieras en el circo, ya no pudo irritarlas con alguno de sus comentarios ingeniosos, y por el momento salvó la vida.
Al ver que las fieras no le hacían daño, Antíaco mandó decapitarlo. Cuando la cabeza de Agapito rodaba por la arena, Antíaco cayó de la silla y se rompió la nuca.
Se ignora si el niño mártir propició otros milagros, pero vengarse de su torturador a la distancia parece haber sido suficiente para subirlo a los altares, rezarle mucho y encenderle cirios, aunque nunca incienso.
Las venerandas reliquias del valeroso niño fueron guardadas secretamente por algunos de los nuevos cristianos convertidos por su singular entereza. Cuando el emperador Constantino concedió la libertad a la Iglesia, quiso el Señor que fueran milagrosamente encontradas en el lugar que hoy se llama “La Quadrelle”, edificándose allí una basílica en honor del invicto mártir.
Protector de los niños enfermos y las embarazadas, es invocado contra los cólicos intestinales y comparte su día con Elena, madre del emperador Constantino, que pasó con él a Oriente donde, en momentos previos a la batalla de Saxa Rubra, vio el signo de la cruz dibujado en el cielo y vivió del recuerdo de este acontecimiento hasta el fin de sus días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario