18 de agosto
Agapito
Niño, m. hacia 275
“No
y mil veces no, pues vuestros dioses son imágenes del demonio”, exclamó Agapito
cuando el prefecto Antíaco le ordenó ofrecer incienso a los dioses.
En
atención a su corta edad, Antíaco se limitó a ponerle algunos carbones
encendidos sobre la cabeza, ante lo que, sin pronunciar una queja, Agapito
dijo: “Una cabeza predestinada a llevar una corona en el cielo no debe temer
llevar en la tierra aquello que quema y duele”
A
continuación fue azotado hasta que todo su cuerpo era una sola herida y, una
vez colgado de los pies sobre una hoguera, no tuvo mejor ocurrencia que decirle
a Antíaco: “Todos pensarán que tu inteligencia se está desvaneciendo en humo”.
Nuevamente
azotado, le echaron agua hirviendo en sus heridas. “¿Qué hacéis? –objetó el
niño–. Os dijeron agua hirviendo, y ésta es muy agradable”.
Hartos, los verdugos le destrozaron la mandíbula,
con lo que, al ser echado a las fieras en el circo, ya no pudo irritarlas con
alguno de sus comentarios ingeniosos, y por el momento salvó la vida.
Al
ver que las fieras no le hacían daño, Antíaco mandó decapitarlo. Cuando la cabeza
de Agapito rodaba por la arena, Antíaco cayó de la silla y se rompió la nuca.
Se
ignora si el niño mártir propició otros milagros, pero vengarse de su
torturador a la distancia parece haber sido suficiente para subirlo a los
altares, rezarle mucho y encenderle cirios, aunque nunca incienso.
Las
venerandas reliquias del valeroso niño fueron guardadas secretamente por
algunos de los nuevos cristianos convertidos por su singular entereza. Cuando
el emperador Constantino concedió la libertad a la Iglesia, quiso el Señor que
fueran milagrosamente encontradas en el lugar que hoy se llama “La Quadrelle”, edificándose
allí una basílica en honor del invicto mártir.
Protector
de los niños enfermos y las embarazadas, es invocado contra los cólicos
intestinales y comparte su día con Elena, madre del emperador Constantino, que pasó con él a Oriente donde, en
momentos previos a la batalla de Saxa Rubra, vio el signo de la cruz dibujado
en el cielo y vivió del recuerdo de este acontecimiento hasta el fin de sus días.
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