17 de agosto
Clara de Montefalco
Abadesa, hacia 1275 - 1308
Influida por el
ejemplo de su hermana Giovanna, a los 6 años decidió llevar vida de ermitaña
ingresando en la pequeña comunidad de las reclusinas. Dieciséis años después
junto a Giovanna y a la multitud de jóvenes ermitañas que se apiñaban en la
ermita de Montefalco, deciden hacer vida monástica, por lo que la ermita es
consagrada como monasterio de agustinas descalzas.
Clara hizo los
correspondientes votos de pobreza, castidad y obediencia y un año más tarde,
luego de la muerte de Giovanna, fue elegida abadesa.
El año 1294 fue
decisivo para la vida espiritual de Clara. En la celebración de la Epifanía, después de
hacer una confesión general frente a las demás monjas, entró en un éxtasis que
se prolongó durante varias semanas. Imposibilitada de comer, las religiosas la mantenían
en base a agua azucarada. Fue entonces que regaló su corazón a su esposo
celestial. Que Jesús lo aceptó, quedaría probado luego de la muerte de la joven
abadesa.
En efecto,
llevadas por la Fe,
la curiosidad o el morbo, sus compañeras de monasterio abrieron el pecho del
cadáver y extrajeron su gigantesco corazón, que había adquirido el tamaño de la
cabeza de un niño. Lo cortaron al medio, y en las superficies del corte
observaron repartidos los instrumentos de la Pasión: sobre la superficie se encontraba, en el
centro, la imagen del crucificado, algo mayor que un pulgar de mujer, formada
por tejidos cardiacos. La cabeza de Cristo está inclinada hacia el lado
derecho, su cuerpo es blanco con excepción de una pequeña abertura en el
costado derecho, de un rojo intenso; en el lado opuesto se entrelazaba una
corona de pequeñas fibras densamente cubierta de espinas. En la parte inferior
colgaban los tres clavos que al tacto parecían más duros que la carne. Debajo,
yacía la lanza en posición oblicua, con la punta afilada y tan dura que al examinarla,
al vicario general enviado por el obispo para verificar que no se trataba de un
fraude, le pareció como la picadura de un aguijón. Finalmente, en otras partes
se veía la esponja, el flagelo y la columna con las cuerdas.
Incrédulos,
herejes y escépticos deberán saber que el corazón y el cuerpo de Clara se
mantienen incorruptos hasta la actualidad, aunque la piel de sus manos se ha
oscurecido con el tiempo.
La víscera fue
dispuesta para la veneración popular en la iglesia Santa Clara de Montefalco,
donde su cuerpo, vestido con el hábito agustino, reposa bajo el altar mayor.
Recomendada para
las enfermedades de los pies, numerosos testigos contaron que junto a su
sepulcro han sanado muchos patizambos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario