26 de agosto
Ireneo y Abundio
Mártires,
m. hacia 259
En tiempos de la persecución de Valeriano,
Ireneo y Abundio recogieron el cadáver de santa Concordia (martirizada a
latigazos hasta la muerte) que había sido arrojado a la cloaca pública. Descubiertos
por los paganos, fueron ahogados en el mismo inmundo canal. Por la noche, el
sacerdote Justino extrajo sus cuerpos del agua y los enterró en una gruta,
junto a los del mártir Lorenzo. No se sabe qué fue de los restos de Concordia
ni por qué Justino se abstuvo de enterrarlos. Tal vez no lo mereciera, ya que
no tenemos más referencias de ella que la de haber sido quien con su muerte, provocó
la de dos insignes cristianos.
Quien sí mereció su suerte fue el emperador
Valeriano. Quiso el Señor que fuera hecho prisionero por los persas y entregado
al rey Sapor, quien, entre otros usos viles, lo empleaba
como banqueta para subir al caballo o apoyar los pies durante las audiencias.
Para mayor oprobio, quiso también el Señor
que nadie exigiera la liberación de Valeriano, ni ofreciera rescate, ni nada. Fue
como si jamás hubiese existido, y así murió miserablemente, en tierra extraña.
Banqueta mientras vivió, a su muerte le fue
arrancada la piel que, teñida de rojo, fue expuesta como trofeo en el templo
del sol.
El Señor, que es muy creativo y versátil, obra de múltiples y
misteriosas maneras.
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