12 de agosto
Clara de Asís
Fundadora
de las Clarisas, 1194 – 1253
Doncella de familia ilustre nacida en Asís,
como Francisco, desde que decidió imitarlo en todo, sólo tuvo necesidad de Dios.
Y de conocer a su ídolo. En cuanto consiguió hacerlo, se desprendió de todos
sus bienes y vanidades personales, desde sus hermosas trenzas rubias hasta de
sus vestidos. El propio Francisco le puso un hábito con aspecto de bolsa,
ceñido a la cintura y la echó a andar por esas calles de Dios a mendigar por
los pobres, aunque preventivamente le mandó internarse en un convento de monjas
benedictinas.
La razonable indignación de la familia de
Clara se volvió cólera cuando su hermana Inés, de tan sólo 14 años de edad, la
siguió al monasterio donde se alojaba. Liderado por su tío Monaldo, un grupo de
parientes se dirigió al monasterio para recobrar a Inés, que no sólo era mujer
sino también menor de edad y, por ende, doblemente orate. Fue entonces que
Clara propició su primer milagro, ya que súbitamente Inés se volvió tan pesada
que los raptores no pudieron levantarla.
Para evitar nuevos intentos, Francisco llevó
a las dos vírgenes a San Damián, creando así el primer monasterio franciscano
de mujeres, y Clara elaboró una Regla para la orden que llevaría su nombre y no
el de Inés. Es que, además de hacerles aumentar de peso en segundos, Clara ejercía un influjo extraordinario sobre
las personas. En cierta ocasión en que una horda de brutales sarracenos se había
reunido para someter a sus acostumbrados horrores a las monjas de San Damián,
llegando ya a escalar los muros y espiar por las ventanas, Clarisa, gravemente
enferma, se hizo llevar en una camilla hasta la puerta. Y un misterioso temor
se apoderó de los malhechores, empujándolos de inmediato a la fuga.
En sus últimas Navidades, siguió a la
distancia, en una suerte de televisación sobrenatural, la misa del Gallo, en
todos sus detalles, por lo que setecientos años después el papa Pío XII la
nombró patrona de la televisión. Pero lo es también de los vidrieros y las
lavanderas.
En su último instante alcanzó a suspirar: “Oh,
Dios, seas bendito por haberme creado”.
Dios le explicó que además de a ella, había
creado otro par de cosas. Pero la conserva a Su lado, de manera que podamos
disponer de ella contra las dolencias oculares, la ceguera, la fiebre y la
televisión.
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