sábado, 10 de agosto de 2013

10 de agosto

Lorenzo



Mártir, m. hacia 258
Auténtico precursor de Caritas, este archidiácono del recién ejecutado papa Sixto II, se apresuró a poner a resguardo todos los bienes de la Iglesia que se le habían confiado.
¿Existe lugar más seguro que las manos de los pobres?
Cuando el prefecto romano le exigió la entrega de la fortuna eclesiástica, Lorenzo lo llevó a un templo y le mostró a los ciegos, mudos, paralíticos, inválidos y achacosos que estaban ahí reunidos “Estos son nuestros tesoros, nuestras perlas y alhajas, pues en ellos vive el propio Cristo”.
No muy impresionado, el prefecto decidió seguir siendo pagano y mandó quemarlo vivo sobre unas parrillas, aunque previamente, Lorenzo fue azotado con escorpiones, golpeado con bolas de plomo y ligado al potro de los tormentos. Su fortaleza ante el martirio indujo a los soldados a convertirse al cristianismo.
Una vez sobre el fuego, luego de transcurrido un buen rato, Lorenzo dijo con toda tranquilidad: “Ahora puedes mandar a que me den vuelta, pues de este lado ya estoy bien asado”. Y el prefecto mandó darlo vuelta.
Cuando la otra parte estuvo tostada por las brasas, dijo: “Ahora mi carne está completamente asada; ya puedes comer de ella”.
Espantado, el ignorante prefecto repuso que él no era cristiano como para andar comiendo carne humana. Y se lo dejó a los soldados.
Patrono de los pobres por razones obvias y de los bibliotecarios, por sus minuciosos registros, el fuego en que se asó lo ha hecho también protector de los cocineros, las planchadoras y los sopladores de vidrio.
Comparte su día con sus camaradas en el fuego Paula, Basa y Agatónica, sin que se sepa de ellas más que eran vírgenes y que ardieron en Cartago.

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