13 de agosto
Elena y Centola
Mártires, m. hacia 304
La toledana Centola, hija de padres nobles
y paganos, observó desde pequeña y por sus propios razonamientos, aunque
presumiblemente con ayuda divina, la falsedad de la idolatría. Abrazó en
secreto el cristianismo con todo lo que significa: oración, caridad,
sacrificios, anuncio de Jesucristo. Cuando su padre intentó que volviera a la
fe de sus mayores, huyó de su casa y tomó el camino del martirio, haciendo
escala en la aldea de Soris, perteneciente a la diócesis de Burgos, donde fue
alojada por la también cristiana Elena.
Además de no ocultar su fe, llevada por el
fanatismo Centola la predicaba y convertía a muchos habitantes de la zona, razón
de más para que fuera detenida por orden del prefecto Eglisio.
Hombre razonable, Eglisio intentó
persuadirla de la conveniencia de hacer sacrificios a los dioses y todo eso que
hacen los paganos, pero ante la terquedad de la joven, mandó que fuera estirada
en el potro hasta escuchar cómo se descoyuntaban sus huesos. Irreductible, ella
se burló de sus verdugos y los desafió a que probaran nuevos tormentos, lo que
los verdugos hicieron de inmediato y sin la menor queja.
Dar órdenes que los rudos soldados romanos
cumplían sin chistar no puede considerarse su primer milagro; éste vino después,
luego de que le cortaran los pechos y fuera arrojada a un calabozo para morir
desangrada. Es que Centola seguía predicando y atraía a numerosas mujeres de la
localidad, quienes, apiadadas, trataban de convencerla de que abjurara de sus
creencias. Tan sólo Elena la alentaba a perseverar.
Enterado Eglisio, mandó cortarle la lengua,
pero aun sin lengua Centola siguió predicando y, más que hablar, profetizó que
Elena también sería martirizada. Y así ocurrió.
De igual manera que cuando martirizaron a
Centola, Elena la animaba a resistir, al tocarle el turno a Elena, fue Centola
la que la animó, pero desde el cielo.
Si bien el obispado de Burgos celebra su día
el 2 de agosto, el venerable Baronio las inscribió en su martirologio el 13 de
agosto.
Comparten el día con la bella princesa Radegunda,
que tenía mayor interés en Cristo que en su esposo Clotario y argumentaba
impostergables necesidades fisiológicas para evitar el abrazo marital. Hasta
que de tanto huir de su aposento terminó escapando del hogar y se unió a Él en
santo matrimonio. Desde entonces ya no tuvo descomposturas y propició
numerosos milagros.
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