martes, 13 de agosto de 2013

13 de agosto

Elena y Centola 

Mártires, m. hacia 304


La toledana Centola, hija de padres nobles y paganos, observó desde pequeña y por sus propios razonamientos, aunque presumiblemente con ayuda divina, la falsedad de la idolatría. Abrazó en secreto el cristianismo con todo lo que significa: oración, caridad, sacrificios, anuncio de Jesucristo. Cuando su padre intentó que volviera a la fe de sus mayores, huyó de su casa y tomó el camino del martirio, haciendo escala en la aldea de Soris, perteneciente a la diócesis de Burgos, donde fue alojada por la también cristiana Elena.
Además de no ocultar su fe, llevada por el fanatismo Centola la predicaba y convertía a muchos habitantes de la zona, razón de más para que fuera detenida por orden del prefecto Eglisio.
Hombre razonable, Eglisio intentó persuadirla de la conveniencia de hacer sacrificios a los dioses y todo eso que hacen los paganos, pero ante la terquedad de la joven, mandó que fuera estirada en el potro hasta escuchar cómo se descoyuntaban sus huesos. Irreductible, ella se burló de sus verdugos y los desafió a que probaran nuevos tormentos, lo que los verdugos hicieron de inmediato y sin la menor queja.
Dar órdenes que los rudos soldados romanos cumplían sin chistar no puede considerarse su primer milagro; éste vino después, luego de que le cortaran los pechos y fuera arrojada a un calabozo para morir desangrada. Es que Centola seguía predicando y atraía a numerosas mujeres de la localidad, quienes, apiadadas, trataban de convencerla de que abjurara de sus creencias. Tan sólo Elena la alentaba a perseverar.
Enterado Eglisio, mandó cortarle la lengua, pero aun sin lengua Centola siguió predicando y, más que hablar, profetizó que Elena también sería martirizada. Y así ocurrió.
De igual manera que cuando martirizaron a Centola, Elena la animaba a resistir, al tocarle el turno a Elena, fue Centola la que la animó, pero desde el cielo.
Si bien el obispado de Burgos celebra su día el 2 de agosto, el venerable Baronio las inscribió en su martirologio el 13 de agosto.
Comparten el día con la bella princesa Radegunda, que tenía mayor interés en Cristo que en su esposo Clotario y argumentaba impostergables necesidades fisiológicas para evitar el abrazo marital. Hasta que de tanto huir de su aposento terminó escapando del hogar y se unió a Él en santo matrimonio. Desde entonces ya no tuvo descomposturas y propició numerosos milagros.

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