6 de diciembre
Nicolás
Obispo, m. hacia 345
También conocido
por su nombre holandés, Santa Claus, Nicolás fue, ya desde infante, tan devoto
y observante que los días viernes llegaba a rehusar el pecho materno.
Al quedar
huérfano se vio obligado a un ayuno más prolongado, pero se encontró dueño de
una gran fortuna que no trepidó en dilapidar entre los más pobres y
necesitados, dando así inicio a una portentosa saga de milagros. El primero de
ellos tuvo lugar cuando, enterado de que tres jóvenes vecinas, a quienes su
padre no podía darles dote, se encontraban a punto de prostituirse, envolvió
trozos de oro y joyas en tres pañuelos y por la noche los arrojó a través de la
ventana. Las jóvenes salieron prestamente a la calle para atender a tan
generosos clientes, pero no vieron a nadie.
Por su virtud
Nicolás fue elevado a la silla episcopal de Myra, en la
actual Turquía, donde
continuó propiciando milagros. Durante una gran hambruna distribuyó panes entre
los pobres –lo que le valió ser tenido por patrono de los panaderos– y, de
visita en casa de un carnicero, se sorprendió durante la cena cuando su
anfitrión le sirvió un plato con carne. Receloso, bajó a la bodega,
descubriendo ahí los cadáveres de tres niños conservados en salmuera, a los que
de inmediato devolvió a la vida.
Su fama de
milagrero se extendió desde Mira a todo el imperio. Salvó de los temporales a
muchos navegantes, a niños maltratados de manos de sus opresores y mediante un
acto de piratería, a la propia Mira, durante otra hambruna, apareciéndose al
armador de un barco de cereales y ordenándole que pusiera rumbo a la ciudad.
Los milagros se
incrementaron luego de su muerte y cuando los sarracenos ocuparon Mira, dos
ciudades litigaron por la posesión de sus reliquias, objeto de gran veneración
popular y centro de atracción del turismo religioso, la única industria
relativamente próspera del Medioevo.
Puesto que, al
igual que las ideas, los santos son del primero que se los roba, la cuestión
quedó zanjada el año 1087 cuando un grupo de marineros de Bari hurtó sus
restos, que descansan al día de hoy en la basílica de san Nicolás, dentro de un
valioso sarcófago del que fluye una humedad de carácter balsámico y propiedades
milagrosas.
Patrono de Bari,
Amberes, Amiens, Berlín, Grecia, Nápoles, París,
Sicilia, Venecia y Wismar, además
de a los panaderos protege a los farmacéuticos, los fabricantes de bisagras y
charnelas, los cerveceros, toneleros, barqueros, bomberos, pescadores,
balseros, así como de los maestros de enseñanza primaria, botoneros, vendedores
de grano, tenderos, pañeros, marinos, carniceros, tejedores, comerciantes de
vino, niños en salmuera, escolares, peregrinos y viajeros en general.
Útil para
encontrar objetos robados y de gran ayuda para las muchachas que quieren
casarse, la liberación de los presos y la esterilidad conyugal, es invocado
contra los juicios erróneos, los peligros del mar y las tempestades.
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