viernes, 13 de diciembre de 2013

5 de diciembre

Sabas

Anacoreta, 439 - 532

Multimillonario turco hijo de un importante comandante del ejército, dilapidó su fortuna en la construcción de dos hospitales y siguiendo el consejo de san Eutimio, se preparó para la vida de anacoreta. Retirado al desierto de Palestina, elaboraba cincuenta canastos por semana que entregaba a un monasterio.
Tejiendo canastos, acarreando agua y consiguiendo leche para alimento de los demás monjes anacoretas, trascurrió nueve años, en los que luchó sin pausa contra las tentaciones del maligno.
Llegó a guiar a 150 monjes en la proximidad del Mar Muerto. Como por allí faltaba el agua, un día el santo, al observar los movimientos de un asno, mandó excavar en ese sitio y apareció una fuente de agua.
Amante de la paz y la soledad, se retrajo al desierto de Escitópolis y pernoctó en una cueva. A medianoche sintió de pronto que algo o alguien tiraba suavemente del borde de su hábito. Un león, cuya morada había elegido sin saberlo, estaba a punto de arrastrarlo fuera de una cueva. Pero Sabas le dijo con amabilidad: “Criatura de Dios, la cueva es bastante grande para los dos”. Evidentemente el león no estuvo de acuerdo, pues lo miró largo rato sin decir palabra, se dio la vuelta siempre en silencio y se alejó para ya no regresar jamás.
A los noventa y cuatro años de edad, siendo famoso en todo Oriente, y habiendo gastado gran parte de su vida en oración, meditación y dirección espiritual, murió el 5 de diciembre del año 532.
Su monasterio, cerca del Mar Muerto, es uno de los tres monasterios más antiguos que existen en el mundo. La fuente que hizo brotar, todavía surte de agua a los alrededores, y las palmeras hijas de las que él mismo sembró, aún siguen alimentando con sus dátiles a los monjes que allí viven santamente
Comparte el día con Crispina, martirizada en Tebaste por haber preferido al Dios Todopoderoso que no la defendió, a los dioses de Dioclesiano, que la dejaron si cabeza.

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