12 de diciembre
Francisco de Asís
Fundador de las órdenes
menores, 1182 ‑ 1226
Heredero de una rica
familia de comerciantes, Francisco sentía desde niño una profunda repulsión
hacia los leprosos, tal como les sucede a todos los niños en su sano juicio.
Pero al entrar en la pubertad, de
buenas a primeras un día se apeó del caballo, dio una moneda a un enfermo y le
besó la mano. Asimismo, declaró experimentar una intensa dicha al comer del
mismo plato que un leproso con heridas sangrantes en los dedos.
Su inusual
comportamiento no acabaría ahí. Rezaba en una iglesia cuando escuchó a la
imagen del Crucificado decir: “Reconstruye mi casa caída”.
Alguna clase de afección
mental inducía a Francisco a tomar todo
al pie de la letra, por lo que se puso
de inmediato a reconstruir el edificio. Mas no era eso lo que el Señor
reclamaba de él; pronto le quedó claro cuando sostuvo una violenta discusión
con su padre debido al dinero que estaba gastando en reconstruir la iglesia y a
su nueva costumbre de intercambiar ropas con los mendigos. Su padre lo acusó de
estar robando su dinero y Francisco se quitó las ropas, las arrojó hacia su
padre y se marchó desnudo y sin un céntimo.
Pronto se colocó
calzoncillos, y una sencilla túnica con un ceñidor de cuerda, pero juró no
volver a poseer dinero nunca jamás.
Rechazado con
burlas de la iglesia luego de que subiera al púlpito en paños menores para
exhortar a los feligreses a la introspección, se dirigió al bosque y procedió a
predicar a los pájaros. Es que le gustaba hablar con los animales –quienes
jamás lo contradecían– y llamaba “hermanas” a las cigarras y las golondrinas y
“hermanos” a los conejos, los corderos y los faisanes.
Su relación con
los cerdos, en cambio, era más distante. Cuando en una ocasión un cerdo mató a
un pequeño cordero a mordiscos, Francisco lo maldijo y al cabo de tres días, el
cochino murió.
Su afán de
penitencia era extraordinario. Pocas veces comía algo
cocido y bebía únicamente
agua. Se flagelaba sin compasión y con tal ímpetu que pronto su ejemplo fue
imitado por numerosos jóvenes de la localidad, deseosos de sufrir y andar
andrajosos por las calles para así mejor servir a Dios.
El papa no veía
las cosas de la misma manera. Cuando Francisco y su grupo de desarrapados
marcharon en peregrinación a Roma, congregándose en la galería de San Juan de
Letrán para exponer a Su Santidad su noción de la pobreza evangélica, Inocencio
III lo trató de cerdo y le sugirió
que buscara alojamiento en un chiquero.
El astuto
cardenal Colonna, sin embargo, persuadió al Santo Padre de la inconveniencia de
rechazar a un fanático dispuesto a imitar la vida de Jesús, autorizándosele
entonces a predicar la penitencia por el mundo, lo más lejos posible del
Vaticano.
Francisco fundó
la orden de los Mínimos, de las Clarisas y la Tercera orden para
seglares y pronto más de cinco mil religiosos observaban su regla, habían
evangelizado toda Europa y Noráfrica y el propio Francisco acompañaba a un
ejército de cruzados a Palestina, donde se encontró con el sultán y sostuvieron
largas conversaciones.
Al regresar, se
encontró con muchas irregularidades en su orden, destinó a otro monje como
director y se retiró al monte Alverna, donde ayunó durante cuarenta días en
honor al arcángel Miguel.
En 1226,
prácticamente ciego y muy enfermo, luego de escribir su Canción para el
hermano Sol, recibió alegremente a la hermana Muerte.
Contraviniendo
su deseo de ser enterrado en el cementerio de indigentes –hubiera sido
demasiado–, su cuerpo se conserva como reliquia en la rica basílica de Asís que
lleva su nombre.
Más que un
organizador religioso, Francisco fue un héroe carismático capaz de predicar a
los animales, establecer un pacto con los lobos, conversar con los musulmanes,
instituir la tradición del pesebre navideño y, durante su retiro en el monte
Alverna, recibir en su cuerpo los cinco estigmas de Cristo.
Protector de
sastres, tejedores, vendedores de papeles pintados y pobres en general, así
como del correo internacional y el medio ambiente, es de gran ayuda contra el
fuego y la peste.
Su sola invocación proporciona alivio inmediato en caso de dolor de cabeza.
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