domingo, 29 de diciembre de 2013

28 de diciembre

Los santos inocentes

Mártires, m. en 1 
Cuando los tres reyes de Oriente, que hacen una aparición tan fugaz como ambigua en las páginas de las Sagradas Escrituras, se enteran del nacimiento del Mesías en Belén, no tienen mejor idea que delatarlo ante su colega Herodes, a la sazón rey de Judea. A Herodes se le había metido entre ceja y ceja que el pequeño acabaría con su reinado, razón por la que planeaba eliminarlo.

Los cuatro aristócratas idean un ardid: los orientales acudirán al lugar del natalicio con obsequios, seguros de deslumbrar a una familia de sencillos aldeanos y, una vez de regreso, revelarían a Herodes la ubicación exacta del Niño. Pero algo alteró sus planes. Quieren los autores de los Evangelios que ese fuera nada menos que Dios Padre, quien les ordenó en un sueño que regresaran de inmediato a sus lejanas tierras.
Si bien la teoría es plausible, existen indicios como para no darla
del todo por cierta o para suponer que los acontecimientos se precipitaron inexplicablemente, ya que el día 28 de diciembre, apenas a tres días del nacimiento y sin aguardar el regreso de sus espías, Herodes tomó la precaución de librarse del Mesías decapitando a todos los niños menores de dos años.
Se ha criticado a menudo esta medida de Herodes puesto que resulta extravagante matar a todos los niños menores de dos años para librarse de un infante de apenas de tres días de edad, pero en su descargo es justo puntualizar que el rey de Judea no podía saber si el futuro Mesías no sería de un tamaño mayor al normal, de lo que sus padres podrían valerse para disimular su identidad ante las autoridades.
Fueran cuales fuesen las razones de Herodes, el auténtico misterio aquí es otro.
Si el hijo de Dios había venido al mundo el 25 de diciembre y la matanza de infantes tuvo lugar el 28, debemos conjeturar que los reyes orientales pasaron por la corte de Judea en algún momento de esos tres días.
Está probado (Mateo 2: 16-18) que los reyes se enteraron de la llegada del Mesías a través de una estrella a la que divisaron entre la noche del 24 y la madrugada del 25, pero se abre aquí un nuevo interrogante: si en efecto provenían de tierras lejanas, para llegar a
Judea antes del 28 debieron haber viajado a velocidad supersónica ¿por qué entonces demoraron tanto –por lo menos 10 días– en llegar recién el 6 de enero a Belén, distante apenas unos kilómetros del palacio de Herodes? ¿Estuvieron realmente en Belén o su encuentro con el Niño Dios tuvo lugar mucho más lejos?
El mismo Mateo nos informa que sólo dos madres judías salvaron a sus hijos del descomunal infanticidio: una, Isabel, que se escondió en las montañas con Juan, el futuro Bautista. La otra fue María, la Madre de Dios, quien había huido a Egipto con su legítimo esposo y el Niño, lo que nos induce a sospechar que los reyes de Oriente dieron con los fugitivos no en Belén, como afirman las escrituras, sino en tierras de Egipto. De otro modo el encuentro tendría que haberse producido antes y no después del 28 de diciembre.
Como puede fácilmente advertirse, la información que nos proporcionan los Evangelistas es contradictoria y deliberadamente confusa. No nos aclaran de qué región veían los reyes, dónde y cuándo dieron con Jesús, por qué primero lo delataron y luego evitaron informar a Herodes sobre su exacto paradero.
¿Fueron ellos, acaso, quienes dieron aviso a María de la matanza que planeaba el rey de Judea? ¿Eran acaso agentes dobles? Esto explicaría por qué no regresaron donde Herodes con el cuento de que Dios se les apareció en sueños.
La Biblia no nos aclara nada al respecto y se conforma con decir que eran “magos”, pero el hecho de que nunca más volvieran a aparecer sugiere que pudieron haber buscado refugio lejos de Judea a fin de escapar de la venganza de Herodes y de la justa ira de miles de madres judías que vieron a sus hijos morir degollados por obra del doble juego de estos misteriosos reyes.
Para aumentar la extrañeza que provoca este amargo episodio, las generaciones posteriores dieron en celebrar el infanticidio con bromas de dudoso gusto y variadas clases de chanzas.

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