viernes, 20 de diciembre de 2013

19 de diciembre

Pelagia 

Prostituta, siglo IV

Cuando Pelagia, la más notable prostituta de Alejandría, ciudad que albergaba a las más bellas, numerosas y experimentadas, pasó frente al grupo de monjes congregados alrededor del obispo Nono luciendo su cabeza y sus hombros descubiertos y sus espléndidas piernas apenas veladas por cordones de perlas y cintas de oro, el obispo preguntó: “¿No os da gusto contemplar tanta belleza?”.
Ante el silencio horrorizado de los hermanos, prosiguió: “Porque Dios nos la enseñará en el juicio final, completamente tapada de inmundicia”.
Los hermanos se habían tranquilizado, cuando Nono volvió a agitarlos: “Pero también he visto en sueños cómo al sumergirse en las aguas del bautismo salía blanca como la nieve y desaparecía volando por el cielo”.
Sus palabras llegaron a oídos de Pelagia quien, nacida en
Alejandría, jamás había salido de los alrededores del delta del Nilo. Compungida, se presentó delante de Naón, algunos dicen que para ser bautizada y otros que para preguntarle qué era la nieve. Como sea, el obispo aprovechó para ungirla con el agua bendita, tras lo cual ella distribuyó todas sus joyas y adornos entre las prostitutas más pobres, se marchó a Jerusalén y vestida de hombre y haciéndose llamar Pelagio, se encerró en una modesta celda en el monte de los Olivos, de la que no volvió a salir sino hasta su muerte.
Nunca pudo averiguar qué era la nieve.

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