23 de diciembre
Sérvulo
Mendigo,
m hacia 590
Invocado contra
la poliomielitis, no debe creerse a Sérvulo un Dr. Salk de la antigüedad. Por
el contrario: estaba ya de niño tan gravemente paralítico que ni siquiera podía
incorporarse de la cama, llevarse la mano a la boca o volverse de lado.
Permanecía casi siempre tendido en una camilla en el antepatio de la iglesia de
San Clemente, asistido por su madre y su hermano, quienes recogían limosnas.
Sin embargo, mucho de lo que recibían, Sérvulo lo hacía distribuir de nuevo
entre los pobres.
O bien lo que
distribuía no era tanto o las gentes de la época se mostraban muy generosas,
pues además de alimentar tres bocas y repartir parte de los ingresos entre los
necesitados, las limosnas fueron suficientes como para que Sérvulo comprara los
libros de las Sagradas Escrituras.
No había
aprendido a leer, pero pedía a los visitantes que se los leyeran en voz alta,
de manera tal que a pesar de su analfabetismo conocía tan a fondo la Biblia
como un doctor de la ley.
Cuando supo que
le había llegado la hora, empezó a cantar y pidió a los peregrinos presentes
que se le unieran, pero pronto les ordenó callar: “Oíd las canciones que suenan
en el cielo”, dijo.
Y así expiró, en
medio del silencio.
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