lunes, 23 de diciembre de 2013

23 de diciembre

Sérvulo

Mendigo, m hacia 590 
Invocado contra la poliomielitis, no debe creerse a Sérvulo un Dr. Salk de la antigüedad. Por el contrario: estaba ya de niño tan gravemente paralítico que ni siquiera podía incorporarse de la cama, llevarse la mano a la boca o volverse de lado. Permanecía casi siempre tendido en una camilla en el antepatio de la iglesia de San Clemente, asistido por su madre y su hermano, quienes recogían limosnas. Sin embargo, mucho de lo que recibían, Sérvulo lo hacía distribuir de nuevo entre los pobres.
O bien lo que distribuía no era tanto o las gentes de la época se mostraban muy generosas, pues además de alimentar tres bocas y repartir parte de los ingresos entre los necesitados, las limosnas fueron suficientes como para que Sérvulo comprara los libros de las Sagradas Escrituras.
No había aprendido a leer, pero pedía a los visitantes que se los leyeran en voz alta, de manera tal que a pesar de su analfabetismo conocía tan a fondo la Biblia como un doctor de la ley.
Cuando supo que le había llegado la hora, empezó a cantar y pidió a los peregrinos presentes que se le unieran, pero pronto les ordenó callar: “Oíd las canciones que suenan en el cielo”, dijo.
Y así expiró, en medio del silencio.


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