viernes, 30 de agosto de 2013

30 de agosto

Rosa de Lima 

Virgen, 1586 ‑ 1617

Isabel de Santa María de Flores y Oliva nació en Lima, Perú, apenas cincuenta años después de la conquista española.

Ya desde pequeña comenzó a mostrar algunas aristas de su extravagancia de carácter al responder, de buenas a primeras, únicamente al nombre de Rosa. Su madre, que había visto sobre el rostro dormido de la niña una rosa de la más exquisita fragancia, le siguió la corriente, pero pronto se lamentaría de ello.

Con los años Rosa se transformó en una joven muy atractiva, lo que procuraba disimular frotándose las mejillas con ají picante e irritando sus labios con jugo de lima. Gracias a este ardid consiguió pasar desapercibida a los ojos de los jóvenes casaderos y a los dieciocho años ingresó en la tercera orden de santo Domingo.


Esta orden no impone a sus miembros la vida monacal, por lo que Rosa debió seguir padeciendo la cantinela materna, que se volvía día a día más cargante. Inmune a todo y habiendo tomado como modelo a la excéntrica Catalina de Siena, la joven peruana martirizaba su cuerpo con un ceñido cinturón de castidad y adornaba su cabeza con una diadema cuyo interior estaba forrado con clavos, para mejor imitar la corona de Cristo.

Sus frecuentes estados de éxtasis, durante los que veía al Redentor y escuchaba la voz de la Virgen, la hicieron blanco de burlas. Comprendiendo que avergonzaba a su madre, Rosa construyó una celda de madera en los fondos de la casa y durante los siguientes quince años vivió dedicada a la oración, las labores manuales y el cuidado de los enfermos, mientras imploraba le fuera permitido participar en el sufrimiento de Cristo más intensamente que punzándose la cabeza con clavos.

Sus deseos se vieron cumplidos cuando una gangrena interior comenzó a consumirla. En sus últimos días padeció una parálisis del lado izquierdo, y todos sus miembros, hasta la lengua, adquirieron una rigidez asombrosa. A ello se sumaron una pleuritis con supuración, cólicos nefríticos, espasmos de gota, ataques de apoplejía y una sed insaciable. Pero cuanto más se acercaba el fin, mayor era su alegría, hasta que dio el último suspiro con el Jesús en los labios. Su cuerpo sin vida irradió entonces una incomparable belleza.

Rosa había sido tomada en solfa por los limeños hasta el día en que, saliendo del éxtasis, anunció que mediante la oración acababa de salvar a Lima de un terremoto. En efecto, no se había producido ningún temblor de tierra, comprobándose entonces que nuestra santa había propiciado su primer milagro en vida.

Patrona de América, del Perú, las Filipinas y la provincia argentina de La Pampa, es protectora de los floristas y los jardineros.

A falta de sitio más firme al que agarrarse, se la invoca durante los terremotos.

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