martes, 27 de agosto de 2013

27 de agosto

Mónica 

Viuda, 332-387

Nacida en el seno de una familia cristiana, aunque en el tórrido clima del norte de África, desde muy joven se aficionó al vino, que tomaba a escondidas cuando sus piadosos padres la enviaban a la bodega.
Impresionada en una ocasión al verse tildada de borracha por un simple esclavo, dejó de tomar, fue bautizada y se casó con pagano rico, mujeriego, irascible y jugador, aunque cabe pensar si el orden de los acontecimientos no habrá sido el inverso y que no haya dejado de tomar sino después de su enlace, o acaso nunca.
Durante 30 años sufrió su matrimonio en ejemplar estoicismo durante los que dio a luz a tres hijos, el mayor de los cuales la hizo sufrir aun más que su marido. 
Como es sabido, en aquella región del norte de África las personas eran sumamente agresivas, descollando entre ellas el esposo de Mónica que, sin embargo, jamás la sometía a malos tratos. Las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo,  uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Sabiamente, Mónica respondió: “Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Todo lo que me ordena lo obedezco y con todo lo que dice me muestro de acuerdo. Y puesto que para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues... no peleamos”.
Por menos que esto, cualquiera la hubiera canonizado, pero hubo más: cuando su esposo murió, Mónica tuvo que lidiar con su hijo mayor, el inteligente y pecador Agustín quien, como si el desenfreno no le fuera suficiente, no tuvo mejor ocurrencia que adoptar las creencias de la herejía maniquea, según la cual al mundo no lo había hecho Dios, sino el Diablo. Así, con el Jesús en la boca, Mónica hubo de escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión hasta que lo echó de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.
Mas ocurrió que en esos días Mónica soñó con un Ser resplandeciente que le decía “Tu hijo volverá contigo”, y de inmediato vio a Agustín junto a ella. Al contarle la visión a su hijo, el desalmado afirmó lleno de orgullo que eso significaba que se volvería maniquea, como él, a lo que, iluminada por la Fe, Mónica respondió: “En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre”.
Tan hábil respuesta impresionó tanto a Agustín que, considerándola una inspiración divina, con el tiempo acabó por abrazar la Verdadera Fe, volviéndose Doctor de la Iglesia, elegido obispo obispo de Hipona y haciéndose santo patrono de Maguncia, Pavía y Palermo y protector de los cerveceros, los impresores los cartoneros y los teólogos.
Mónica ya había conseguido todo cuanto anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo, y podía morir tranquila. Y sucedió que estando en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran junto al Señor, Mónica exclamó con entusiasmo: “ No tendré que esperar mucho, pues ¿que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte católico, apostólico y romano”
Poco después fue invadida por la fiebre, que en pocos días se agravó hasta ocasionarle la muerte. Tenía 55 años de edad y había sufrido como si hubiera vivido cien.
Protectora de madres y mujeres en general, es invocada para saborear en paciencia, sumisión y felicidad todos los avatares de un matrimonio cristiano.

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