lunes, 29 de julio de 2013

29 de julio

Marta



Virgen y discípula de Jesús

Hermana de María Magdalena y de Lázaro, recibió tantas veces a Jesús en su casa que es llamada salvatoris hospitae (anfitriona del salvador), aunque siendo su idioma el arameo, es casi seguro que los interesados la llamaban de otro modo.
En contraposición a su descocada hermana, Marta era una buena ama de casa, muy hacendosa en las tareas domésticas y llena de energía. Su mesa estaba siempre impecable y, a falta de dotes amatorias, le sobraban los buenos alimentos, el vino y el pan, por lo que suena bastante razonable que el Señor eligiera su casa para repostar cada vez que andaba por Betania.
Cuando Lázaro enfermó, Marta envió a buscar a Jesús, que llegó cuando el joven ya había muerto. Fue por Marta que el Señor le devolvió el aliento y fue a Marta a quien dijo estas palabras que se han hecho famosas: “Yo soy la resurrección y la vida”.
Tras la crucifixión, huyó –sola o con sus hermanos– en una barca que azarosamente atracó en el puerto de Marsella. Predicó el Evangelio en toda la Provenza, convirtió a muchos paganos y fue autora de una hazaña que le valió el respeto y la admiración popular.
Ocurrió que en un profundo bosque cercano a Arles vivía un dragón, mitad animal terrestre y mitad pez. Más grande que un buey y más largo que un caballo, tenía unos dientes afilados como puñales y un caparazón impenetrable que le cubría todo el cuerpo. Decíase que había llegado por mar del Asia Menor, se mantenía oculto en el agua y mataba a cuantos pasaban por ella. Sus padres eran la serpiente Leviatan y el Onaco, un animal de Galacia y, aunque algunos incrédulos hayan querido ver en esta fabulosa bestia la descripción de un vulgar cocodrilo, permítasenos decir que cuando lo perseguían, el dragón lanzaba sus excrementos a gran distancia tras de sí y todo lo que alcanzaban ardía como fuego, lo que jamás se le ha visto hacer a ningún cocodrilo.
Marta dejó por un momento sus tareas hogareñas y se puso en camino para combatir al monstruo. Lo encontró en el bosque, devorando a un hombre. Marta se le acercó por detrás –una maniobra de suma peligrosidad, según se ha visto– y sin que el animal lo advirtiera, le arrojó agua bendita e hizo la señal de la cruz. Ipso facto, el hijo de Leviatan quedó domado y manso como una oveja. Entonces Marta lo ató con su cinturón y lo llevó hasta el pueblo, donde lo mataron a pedradas y lanzadas.
Los agradecidos habitantes construyeron una bonita iglesia y Marta se quedó en la región; llevaba una vida devota y serena, ayunaba mucho, hacía cien genuflexiones al día y predicaba a los arrepentidos, pero luego de esa experiencia ningún otro dragón volvió a convertirse al cristianismo.
Patrona de Aix, Cádiz y Tarascón, es protectora de las trabajadoras, las sirvientas, las amas de casa, las cocineras, lavanderas, escultores, pintores y también de los mesoneros, los hoteleros y los administradores de hospitales. Cuida asimismo del hogar, de los moribundos y de las hermanas de caridad y es invocada contra el flujo de sangre y la peste.

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