25 de julio
Carmen Sallés
Fundadora, 1848-1911
Tenía apenas
seis años cuando Pío ix promulgó
el Dogma de la Inmaculada Concepción,
que, al igual que todo el orbe católico, la niña vivió con gran intensidad y
sin comprender de qué se trataba, al igual que todo el orbe católico.
Cuatro años después, en Lourdes, fue la mismísima Virgen quien con
sus propios labios confirmó la validez del dogma. Carmen quedó tan impactada
que, meses después, durante la peregrinación familiar a Montserrat tomó su
primera comunión y confesó a Jesús que de ahí en más sería toda para Él, nada
más que para Él y solamente para Él. Dicho y hecho: rompió el compromiso
matrimonial arreglado por sus padres en forma algo prematura e ingresó en el
noviciado de las Adoratrices, especializadas en recuperación de mujeres
alcohólicas, delincuentes y prostituidas.
Su inquietud y su capacidad de razonamiento la llevaron a
preguntarse cómo habrían sido aquellas mujeres si la sociedad les hubiese dado
otras oportunidades. No encontrando respuesta, decidió dedicar su vida a la
formación de las mujeres antes de que llegaran a hacerse alcohólicas,
delincuentes y putas, por lo que fue acusada de llenar de vanidad la cabeza de
las mujeres destinadas a ser alcohólicas, delincuentes y putas, pero cristianas.
Fue entonces que, confiada en el Señor más que en sí misma y
acompañada de sus compañeras Candelaria Boleda, Remedios Pujol y Emilia Horta,
inició una nueva congregación, llamada en un primer momento Concepcionistas de
Santo Domingo, hoy conocidas como Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza.
Murió en Madrid, a los 63 años, un día 25 de julio, habiendo
gastado, desgastado y malgastado su vida al servicio de la formación cristiana
de las mujeres en un tiempo en que proliferaban las ideas laicistas y anticlericales
que llevaban a las mujeres al alcoholismo, la delincuencia y la prostitución
ateas.
Fue su lema: “Dios proveerá”.
Comparte su día con Glodesindis, abadesa de un
convento en Metz durante el siglo iv,
con el joven Teodomiro, monje martirizado por los sarracenos en Andalucía, con
Magnerico, ornato y joya de la
Iglesia, y con la víctima del comunismo María Teresa
Kowalska, quien en 1923 ingresó en las Clarisas Capuchinas con la intención de
reparar la culpa de su familia que, contagiada de ateísmo, había emigrado a la
flamante Unión Soviética. No lo consiguió: un 25 de julio de 1941, Dios la
llevó a su lado luego de internarla en el campo de concentración nazi de
Dzialdawo.
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