14 de marzo
Matilde
Reina, viuda y monja, 895 – 968
Santa por decisión familiar, al enviudar de
su esposo Enrique el Pajarero, en la lucha por la sucesión tomó partido por su
hijo Enrique el Pendenciero en desmedro de su otro hijo Otón el Emperador.
Enrique fue derrotado y hubo de pagarlo
caro, pero más caro lo pagó ella: tanto Otón como Enrique la acusaron de
derrochadora por haberle dado su dinero a los pobres, aunque, como corresponde,
por intermedio de la Santa Iglesia,
y la encerraron en un convento. Fue entonces que el Señor la iluminó, dándole
una nueva vocación, la de servirlo a Él y nada más que a Él.
Otra iluminación divina le reveló la
inminencia de su muerte, tras lo cual se tendió en el lecho de muerte vestida
con un cilicio gris. Su nieto Guillermo, arzobispo de Maguncia, acudió
presuroso y pudo darle la extremaunción. Al partir, quiso dejarle un sacerdote
para que la asistiera en sus últimos instantes, a lo que ella respondió: “Lo
necesitarás tú antes que yo”.
Y Guillermo murió repentinamente en el
camino de regreso.
Existe también otra Matilde, llamada El Jilguero
de Cristo. Antes de morir en 1298, asistida por santa Gertrudis se empeñó algo precozmente
en la adoración del Sagrado Corazón, culto que impondría 400 años después la
monja estigmatizada Margarita María Alacocque.
Si bien no ha sido nunca canonizada ni se
sepa que haya propiciado otro milagro que el de llevar en su seno nada menos
que el auténtico corazón de Nuestro Señor, por una dispensa especial se ha
concedido su fiesta a muchos conventos de religiosas benedictinas, que por esas
cosas de Dios la celebran los 19 de noviembre y no los 14 de marzo.
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