12 de marzo
Fina
Virgen, 1238 ‑ 1253
Hija de una
viuda pobre, pero piadosa y honrada, a la tierna edad de seis años la
encantadora Serafina –familiarmente Fina– cayó postrada por la parálisis.
A fin de
mortificar todavía más su carne, evitando de tal suerte las tentaciones que en
su estado y a su edad hubieran sido en extremo peligrosas, la niña rogó que se
la acostara en una dura tabla de madera, de la que nunca más volvió a
levantarse.
Con el tiempo,
su cuerpo comenzó a adherirse a la madera y, lógicamente, a despedir un hedor
insoportable, pero así y todo el demonio intentaba acabar con su pureza de
alma, presentándose con la forma de una tentadora serpiente, a la que Fina
conseguía conjurar mediante la señal de la cruz.
Su piedad fue
casi insuperable y no se le escuchaba emitir un
gemido cuando las ratas roían
las múltiples llagas que presentaba su martirizado cuerpo. Finalmente Dios
acudió en su auxilio y por medio de Gregorio Magno –en espíritu, ya que el Papa
Santo había fallecido 600 años antes– anunció a la niña que moriría durante su
próximo cumpleaños.
Fue así que el
día señalado las campanas empezaron a tocar por su cuenta, el hedor de Fina se
convirtió en fragancia maravillosa y de la tabla putrefacta brotaron violetas, conformando
un blando lecho para el descanso eterno de su cuerpo, ya sin vida.
Patrona de San
Giminiano, en Toscana, junto al sepulcro de Fina y su tabla sanaron muchos
enfermos.
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