No lo aprendió
en libro alguno: se lo enseñaron los sarracenos cortándole la cabeza un jueves
16 de julio del 851.
Comparte este
día con Carmen, que no es una santa sino el nombre castellano de una montaña de
Palestina, y con Reinalda, que sí fue piadosa, casta, degollada por los paganos
y finalmente santa, no en virtud de alguna de las condiciones anteriores, sino
de todas, y resulta de gran ayuda contra úlceras y heridas.
Fantástico, nunca me imaginé que iba a disfrutar tanto leyendo un santoral, un verdadero milagro de Abelardo Santiago que demuestra que se puede hacer literatura (incluso buena) con cualquier cosa.
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