viernes, 26 de julio de 2013

26 de julio

Ana



Abuela de Dios
En Nazaret, antes de que alguien hubiera oído hablar de Cristo, aunque todos susurraran acerca de la inminente llegada del Mesías, vivía en el temor a Dios un hombre rico, Joaquín, que se casó una doncella de Belén llamada Ana.

Los años pasaban sin que la unión diera frutos hasta que en una oportunidad en que Joaquín se dirigió a Jerusalén para hacer una ofrenda al templo, el sacerdote le negó la entrada. Se entiende perfectamente: los estériles no incrementan el pueblo de Dios, razón por la que no pueden contarse entre los creyentes.

Puesto que no podía orar en el templo, Joaquín marchó al desierto y confió sus penas al Señor. Súbitamente se corporizó un ángel y le dijo: “El Señor vio tu deshonra y sabe que eres inocente, pues vuestra esterilidad procede de la naturaleza y no del pecado. Un hijo es un regalo de Dios y no fruto de la avidez de la carne”.

Ana recibió el mismo mensaje y cuando Joaquín regresó, compartieron el lecho, esperando con alegría lo prometido. Alguna avidez de la carne deben haber experimentado pues nueve meses después Ana dio a luz a María, la Madre de Dios, título que no debe interpretarse en forma literal, sino a la luz del Misterio de la Santísima Trinidad.

La alegría o el esfuerzo resultaron excesivos para Joaquín, ya que murió a los pocos meses. Ana casó entonces con Cleofás y tuvo otra hija, también de nombre María, quien mas tarde, en unión con Alfeo, engendraría a Santiago el Menor, Simón, José y Judas Tadeo.

Algo ocurría con Ana, pues Cleofás también murió al poco tiempo. La santa contrajo entonces terceras nupcias, esta vez con Salomás. Y de nuevo nació otra niña, también de nombre María, quien más tarde se uniría a Zebedeo para engendrar a Santiago el Mayor y Juan Evangelista.

La hermana de Ana, Hismeria, fue a su vez madre de Eliud y de Isabel, quien al desposarse con Zacarías, dio a luz a Juan el Bautista. Por su parte, Eliud engendró a Emin y éste a san Servacio, cuyos restos mortales se veneran en Maastrich.

Un cierto Imperiali aseguraba que tras el nacimiento de la Virgen María la propia Ana seguía siendo virgen. En 1677 el Papa condenó este disparate como herético, al igual que la leyenda según la cual Ana había quedado embarazada sólo con un beso de Joaquín.

Todo tiene una explicación, aunque a veces esté vedada para nuestros imperfectos sentidos, pero debemos puntualizar que entre los numerosos Misterios de la Fe, debe incluirse la razón que llevó a nuestra santa a poner el mismo nombre a sus tres hijas.

Como sea, el 8 de diciembre de 1854, Su Santidad Pío IX consiguió establecer que también María habría sido concebida sin intervención de varón, lo que da la razón tanto a Imperiali como a quienes dudaban de las capacidades reproductivas del anciano Joaquín y pone a María en una condición diferente a la de todos los seres humanos: al igual que Jesús, María no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado. La revelación es a la vez tranquilizadora e inquietante, y ha servido para que herejes y cismáticos se interrogaran acerca de la identidad del padre de María. ¿Sería también ella hija de Dios? En tal caso, además de madre ¿era hermana de su Hijo?

Lamentablemente, la bula Ineffabilis Deus no nos lo aclara. 
En estampas, Ana es representada con un manto verde, porque llevó la esperanza a la humanidad; con María y Jesús; incluyendo en el grupo anterior a su madre, santa Emerencia, se origina un grupo de cuatro; con el resto de los miembros de la Sagrada Familia, se representa la Santa Estirpe (hasta veintiocho personas, ni una más).

Patrona de Annaberg, Hannover, Madrid, y Marienbad, es protectora de las obreras, los escoberos, torneros, bomberos, joyeros, ebanistas, molineros, costureras y navegantes, así como de los caudatorios de los cardenales, los sastres, la servidumbre y las clases bajas en general.

Cuida asimismo de las amas de casa y de las mujeres embarazadas y se la invoca para fomentar la fertilidad matrimonial, la buena cosecha de heno y resulta de invalorable ayuda para encontrar objetos perdidos o robados.








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