jueves, 2 de enero de 2014

31 de diciembre

Silvestre 

Papa, m. 335

Cuando el emperador Constantino sufría una especie de lepra maligna, los médicos le aconsejaron tomar un baño de sangre infantil. Tres mil niños habían sido reunidos y ya las madres suplicaban piedad. Conmovido, Constantino declaró que prefería morir a convertirse en asesino de niños romanos. Si al menos fueran extranjeros...
Por la noche los espectros de los apóstoles Pedro y Pablo se aparecieron ante el emperador, prometiéndole que recuperaría la salud a través del obispo Silvestre. Dicho y hecho: Silvestre se apersonó ante el emperador, hizo dos pases mágicos, bautizó al soberano y la lepra desapareció como por encanto.
Tras la conversión De Constantino llegó a Roma su madre Elena, acompañada de ciento cuarenta y un teólogos judíos para discutir con Silvestre. Criticaban la idea de la Trinidad de Dios, una noción que se les antojaba absurda. Silvestre realizó una demostración práctica: tomó el manto del emperador, lo dobló en tres pliegues, lo volvió a alisar y dijo: “¿Veis que hay tres pliegues pero que es un solo paño?”
Losa teólogos vieron y no sabiendo qué contestar, se convirtieron
de inmediato al cristianismo.
Los milagros de Silvestre no acabaron ahí. En cierta oportunidad unos sacerdotes idólatras que no adoraban a tres dioses sino a muchos más, acudieron ante el emperador a contarle, aterrados, que desde que se había hecho cristiano, un dragón engullía diariamente a trescientas personas. Silvestre descendió al abismo en que habitaba el monstruo y en nombre de Dios le ordenó permanecer ahí hasta el día del Juicio Final. A continuación, trabó la boca del monstruo con un hilo y lo selló con un anillo en que había grabada una cruz. Silvestre regresó a la superficie sano y salvo con gran asombro de los paganos, que se convirtieron en masa.
Desde ese momento el dragón permanece inmóvil en el abismo, razón por la que el paganismo casi ha desaparecido de la superficie de la tierra.
Al sentir llegar la hora de su muerte, Silvestre reunió a su alrededor a los sacerdotes de su diócesis y les expuso tres súplicas: que se amaran los unos a los otros, que fueran esforzados y que protegieran al rebaño de los lobos.
Los sacerdotes se preguntaron por qué si había librado a la tierra de un monstruoso dragón no podía acabar con los lobos, pero de todos modos se lo venera.
Patrono de los animales domésticos, se lo invoca para tener un buen año de piensos.

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