17 de febrero
Fintán
Abad de Clonenagh, m. en 603
La severidad que
este fanático irlandés imponía a su vida y a la regla de su monasterio superaba
con creces a la de todos los abades y anacoretas de su tiempo. Sus monjes no
comían otra cosa que pan duro y agua sucia, y eso únicamente tras el atardecer.
Pero era muy popular entre los jóvenes, que hacían cola para ingresar a su
monasterio, atraídos váyase a saber por qué. Tal vez para verlo orar: al
momento de la oración Fintán irradiaba un halo de luz de tal intensidad que era
capaz de cegar a los desprevenidos.
Los abades de
los monasterios vecinos, preocupados por la extrema austeridad del santo, se
pusieron de acuerdo en realizar una visita a Clonenagh para persuadirlo de que
suavizara un poco sus estrictas reglas.
Este malévolo
antecesor de Adolf Eichmann se mostró siempre muy orgulloso de su engaño.
Comparte el día con Julián de Capadocia,
quemado a fuego lento en Cesárea por orden de Firminiano, gobernador de Palestina,
y con Teódulo, secretario de Firminiano que, cuando tenía 80 años, acudió a la
prisión para reconfortar a cinco jóvenes cristianos que estaban siendo
martirizados. Gracias a eso, en vez de morir de viejo, fue crucificado, llegó
al cielo y le rezamos mucho.
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